viernes, 23 de marzo de 2018

VER CUBA DESDE CASA (Parte 2)

CON LÍRICA Y CON GUITÁRRICA

Por eso, tanto me parecía muchísimo. Y sin embargo hubo más. Empezando por la emoción de llegar, ahora como invitada, a esa amigable construcción art decó ubicada en el barrio habanero de El Vedado, a escasos doscientos metros del Malecón. Un edificio donde es fácil sentirse “como en casa” y confirmar que no es en absoluto azaroso el nombre de Casa de las Américas con que fue bautizado y definido su destino. En ese ámbito integrador donde el que entra se siente “de la familia”, en el mediodía del lunes 15 de enero, en el despacho de Presidencia y en amable ronda encabezada por su titular, el poeta, ensayista y crítico Roberto Fernández Retamar, fuimos presentados los jurados de las distintas categorías. Que en esta edición 2018 fueron Cuento, Teatro, Ensayo de Tema Artístico literario, Literatura Brasileña, Literatura Caribeña en Inglés o Creol y Estudios sobre la Mujer.

            Saboreábamos la primera ronda de café cuando entró Silvio Rodríguez. El impulso de la mayoría fue indisimulable. Al recato nervioso del primer instante le sucedió un menos discreto movimiento de cada quien, buscando aproximarse al legendario líder de la Nueva Trova, en procura de un saludo, un abrazo, un intercambio de palabras y, claro, una foto. Alguien de la Casa me animó: “También los cubanos tenemos ese cariño por Silvio y no perdemos ocasión de expresárselo; ve tú también si quieres, éste es el momento”. Sólo tuve que mirar a María Clara, mi hija y necesaria acompañante, que sin mediar palabra arrancó empujando mi silla de ruedas hasta cruzar el salón y lograr la foto, después de un diálogo tan fugaz como amable con el artista, como si de retomar una conversación interrumpida un rato antes se tratara.
Emoción en el diálogo con Silvio.


Pero la emoción se empinaría luego, cuando ya en el enorme auditorio Che Guevara de la Casa, el trovador dijo las palabras inaugurales de esta nueva edición del Premio, a pedido -contó-, de la máxima autoridad de la institución, el allí presente Roberto Fernández Retamar.
        Hasta hubo algunos que se quebraron de emoción cuando dijo:

Quienes hemos sido parte de esta Casa de las Américas durante 59 años tenemos pruebas, en primer lugar, de que el bien es posible, y de que el arte y la cultura son parte de su sustancia. También sabemos que algunas inconveniencias pueden durar más de lo proclamado y que el bien es aún perfectible.” 
El discurso tuvo varios momentos de fuerte compromiso, pero el párrafo anterior concentra esa virtud del lenguaje poético capaz de comprimir el universo en una frase. Aquí va la primera parte:


             Y sí, Casa de las Américas, lo mismo que el espíritu y la energía que la habitan desde su origen, tiene la edad de la Revolución. Nacida el 28 de abril de 1959, tres meses después de la entrada triunfal en La Habana de los combatientes liderados por Fidel, el 1° de enero de aquel año, fue fundada por la heroína del Moncada y Sierra Maestra, Haydée Santamaría, quien presidió la institución hasta su muerte, en 1980. A ella homenajeó, con ternura y sin nombrarla, el conmovedor discurso de Silvio Rodríguez, cuyo segundo tramo pego a continuación:   



             Es que en esa mujer, la Casa sintetiza ese otro modo de vivir en comunidad que se dio hace casi seis décadas el pueblo de Cuba, según el cual la cultura y la educación constituyen un derecho de cada ciudadana y cada ciudadano que el Estado garantiza. Al punto que el mismísimo Banco Mundial reconoce hoy que este país caribeño califica en el primer puesto por su inversión presupuestaria en esos rubros, incluso comparado con los más desarrollados de Europa y América del Norte. Por su parte la UNESCO destaca que, con una tasa de alfabetización del 99,8%, la isla exhibe el nivel más bajo de analfabetismo de América Latina y la tasa de escolarización gratuita más elevada (99,7 %), a la vez que establece que los alumnos cubanos disponen en promedio dos veces más conocimientos y competencias que sus pares de los demás países latinoamericanos.

            La frialdad de las cifras fue fácilmente constatable en la realidad, no sólo para mí sino para el resto de los jurados convocados, al confirmar con admirada gratitud que esa isla asediada y bloqueada desde hace casi sesenta años, sometida a la inclemencia arrasadora de ciclones inevitables (?) y a insuficiencias económicas evitables, sigue sosteniendo, impulsando y desarrollando la creación, la investigación y el intercambio de  escritores, artistas plásticos, músicos, teatristas y pensadores de América Latina y el Caribe. En el caso del Premio Literario, esta distinción se concede desde 1960, incluye la edición de la obra premiada y una significativa retribución monetaria para su autor, además de las excelentes condiciones que se ofrecen a los jurados durante el tiempo que dura su función. En este caso, Silvio terminó diciendo:






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